jueves, 1 de diciembre de 2011

Depresión: el debilitamiento de la conducta


La depresión es una alteración del estado de ánimo y aunque su descripción o,  mejor dicho, sus criterios diagnósticos son claros  aun no se llega a un consenso a cerca de su origen y mantenimiento, al menos desde el punto de vista psicológico, considerando principalmente los desacuerdos teóricos que hay entre los distintos modelos de la psicología. A continuación intentaremos dar una explicación de la depresión desde la perspectiva conductual, basándonos en las revisiones que hizo Vicente E. Caballo (1973) de diferentes autores como Ferster (1966), Lewinsohn y colaboradores (1973) y Coyne (1976).

Ferster (1966), explica que la depresión se origina cuando debido la pérdida total de una fuente principal de refuerzos empiezan a disminuir aquellas conductas que eran mantenidas o estaban directamente asociadas a dicha fuente de refuerzos. Así, por ejemplo, si un joven es terminado por su novia con quien mantenía una larga relación (una de las principales fuentes de refuerzos  para cualquier persona) muy probablemente empiece a tener problemas para seguir realizando muchas de las conductas que estaban vinculadas y mantenidas por su relación amorosa como preocuparse por su imagen y aseo personal, apurarse en el trabajo para terminar y salir temprano, etc.

Asimismo, Ferster considera que existen otros factores que también influyen en el origen de la depresión. Éstos son:

  1. Cambios repentinos en el estilo de vida habitual de la persona, lo cual obliga una búsqueda de nuevas fuentes de refuerzo.
  2. Frecuencia y momentos inespecíficos de la presentación del reforzador, pues debido a que el depresivo emite conductas socialmente no tan apropiadas, el ambiente puede algunas veces no reforzar dichas conducta o no reforzarlas  de manera contingente.
  3. Los castigos o estímulos aversivos que siguen a la conducta emitida.  

Una visión similar de la depresión es la que tienen Lewinsohn y colaboradores (1973). Ellos también comparten la idea de que la depresión implica una disminución de conductas, sosteniendo que esta baja tasa conductual se debe a una baja frecuencia de refuerzos positivos contingentes . Además, proponen las siguientes hipótesis acerca del origen y mantenimiento de la depresión:
  1. La sensación de disforia empieza y se mantiene debido a una baja tasa de refuerzo positivo contingente a una conducta y aumenta por una elevada frecuencia de estímulos aversivos (castigo positivo).
  2.      Los déficits en las habilidades sociales constituyen un antecedente importantísimo de la baja frecuencia de refuerzos positivos que el sujeto recibe de su entorno, pues si no posee un repertorio conductual apropiado para adaptarse a un contexto dado tendrá menos oportunidades de ser reforzado.
  3.             Las conductas depresivas  aumentan y se mantienen a través del reforzamiento que brinda el ambiente social en forma de simpatía, interés y preocupación por parte de las demás personas hacia el depresivo.
Tanto Ferster como Lewinsohn, fieles a su posición conductual, consideran a la depresión como una disminución o debilitamiento de la conducta causada por una inadecuada obtención de refuerzos o por un exceso de castigos. Desde nuestro punto de vista las diferencias entre ambos autores radicarían en que Lewinsohn concibe esta disminución conductual a partir de una baja tasa de refuerzos positivos contingentes, mientras que Ferster  cree que es recién la pérdida total no de un solo refuerzo sino de una fuente principal de refuerzos, los cuales están relacionados entre sí.
    
De otro lado,  Coyne (1976), afirma que la depresión se mantiene y aumenta  gracias a los  efectos que las conductas negativas de las demás personas ejercen en el deprimido. En un estado inicial, cuando un sujeto empieza a manifestar los síntomas de depresión, recibe el apoyo verdadero de sus familiares y amigos. Sin embargo, aunque esta situación es saludable, puede convertirse en un cuchillo de doble filo si es que no hay de por medio una adecuada orientación profesional hacia todas esas personas que conforman el entorno social del deprimido, pues tal y como vimos más arriba las conductas depresivas pueden ser reforzadas positivamente  a través de estímulos sociales como la simpatía, interés y preocupación por parte de los demás. Si esto sucediera, la demanda de atención, apoyo y comprensión del deprimido crecería, siendo cada vez más difícil para su entorno lidiar con él. Por tal motivo, los demás empezarían a experimentar ira y rechazo, expresando dichos sentimientos a través de conductas hostiles e indiferencia. Paralelamente, como forma de contrarrestar la ira y el rechazo, así como las expresiones de hostilidad e indiferencia, surgiría también en los demás un sentimiento de culpa que los llevaría a expresar un falso apoyo. Cuando el deprimido se da cuenta de esto,  desarrollaría más sus síntomas depresivos, haciéndose aun más insoportable para los demás, quienes reaccionarán con un mayor nivel hostilidad y falso apoyo. Todo este ciclo se repetiría hasta que o bien los demás no puedan tolerar más la situación y terminen abandonando al deprimido o bien éste acabe hundido en el aislamiento absoluto, sin el mínimo interés por interactuar con los demás. 

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