martes, 13 de diciembre de 2011

Desarrollo y mantenimiento de la fobia social


Bien sabemos que la fobia social es un trastorno de ansiedad caracterizado por el temor intenso a ser escudriñado por los demás en cualquier situación social, que ese temor es siempre reconocido por quien lo padece como excesivo o poco razonable y que le es muy difícil controlarlo por sí solo, llegando a interferir significativamente en una o más áreas de su vida. Sabemos, además, cuáles son sus principales manifestaciones emocionales, cognitivas, comportamentales y fisiológicas. Pero, ¿Cómo se origina? ¿Tiene una única o varias causas? ¿Cuáles son aquellas causas? Para responder estas preguntas revisaremos brevemente los aportes de algunos autores representantes tanto del modelo cognitivo como conductual, para así tener una visión más amplia, en vez de antagónica, acerca del origen de este trastorno.

En el modelo cognitivo encontramos a Beck y Emery (1985), quienes son citados por Caballo (1996) y hablan acerca del concepto de vulnerabilidad, que vendría a ser aquel esquema idiosincrático en el que la persona se percibe a sí misma como presa de peligros internos y externos sobre los que carece de control o éste es insuficiente para sentirse segura. En todo trastorno de ansiedad las personas presentan este esquema de vulnerabilidad, que en la fobia social es activado en situaciones estrictamente sociales. En tales casos, la información se distorsiona de tal manera que se ajusta a dicho esquema idiosincrático, por lo que el sujeto llega a conclusiones poco razonables (o en términos de Beck: errores cognitivos) acerca del posible peligro y de sus recursos personales para enfrentarlo. Asimismo, Beck nos dice que de todos los errores cognitivos implicados en la vulnerabilidad son dos los más resaltantes y que se presentan en todo momento: Minimización/maximización y abstracción selectiva.

En la línea conductual podemos citar Caballo (1996), quien propone un modelo para la adquisición de la fobia social. Este modelo considera, en primer lugar, la existencia de una vulnerabilidad biológica, que implicaría todo aquello dentro de este rubro como el temperamento, mayor o menor sensibilidad del sistema nervioso, etc. que de alguna u otra forma marcarían una predisposición hacia una fobia social o en general hacia cualquier trastorno psicopatológico. A este factor biológico se suman las primeras experiencias de aprendizaje resultantes de las primeras interacciones del niño con su medio, a lo que Caballo llamó vulnerabilidad psicológica, que de acuerdo a cada caso reforzaría o reduciría la vulnerabilidad biológica. La dinámica entre estos dos factores, biológico y psicológico, desembocaría en un primer repertorio de comportamientos y cogniciones relativos a las situaciones sociales. Este primer repertorio comportamental/cognitivo se mantiene o modifica gracias a las nuevas experiencias sociales que son cada vez más complejas y exigentes, aprendiendo por experiencia directa, a través de la observación o por la información que recibe de los demás. El resultado de la interacción entre ese primer repertorio y las nuevas experiencias sociales cada vez más complejas y exigentes, van definiendo con los años un repertorio final (adaptativo o desadaptativo), que será en adelante el que el sujeto utilizará para relacionarse con los demás.  Si este repertorio final  es adaptativo la persona no percibirá las situaciones sociales como peligrosas y estará segura que posee los recursos necesarios para enfrentarlas. Sin embargo, si el repertorio final es desadaptativo la persona interpretará cada situación social como peligrosa, incierta, como sinónimo de fracaso y humillación y creerá que no cuenta ni siquiera con las habilidades de afrontamiento más básicas, todo lo cual reforzará su repertorio inadecuado.

Otra explicación conductual se da a partir de los tres principales paradigmas del aprendizaje: Condicionamiento clásico, condicionamiento operante  y aprendizaje vicario, asumiéndose que el primero explicaría la adquisición de la fobia social y el segundo el mantenimiento y aumento de la misma. Sin embargo, no debemos obviar que a pesar de que el temor en las fobias (sociales o específicas) se considere aprendido, aun se desconoce la causa exacta de esta patología.

Según Caballo (1996), el condicionamiento clásico explica la adquisición la fobia social de la siguiente forma. Los síntomas de la fobia vendrían a ser una respuesta condicionada que se adquirió a través de la asociación entre una experiencia aversiva (estímulo incondicionado que provoca una respuesta incondicionada)  y un estímulo neutro, el cual luego de la asociación se convertiría en el estímulo fóbico (estímulo condicionado). Por ejemplo, imaginemos que un alumno está atravesando por la experiencia aversiva de ser resondrado y humillado por su profesora (estímulo incondicionado, pues sería también aversivo para cualquier persona), esta situación producirá por sí sola elevados niveles de ansiedad y activación neurovegetativa en el alumno (respuesta incondicionada) y si en ese mismo momento éste se encontraba exponiendo delante de sus compañeros de clase (estímulo neutro), se producirá una asociación entre la experiencia aversiva y el estar hablando delante de sus compañeros, de tal manera que el hablar delante de sus compañeros dejará de ser un estímulo neutro para convertirse en un estímulo temido (estímulo condicionado) capaz de generar las mismas respuestas de ansiedad y activación neurovegetativa (respuesta condicionada) que la experiencia aversiva por sí sola.   

De otro lado, el condicionamiento operante explica  el mantenimiento y aumento de la fobia social por medio del refuerzo negativo, que vendría a ser aquel estado placentero o, en el caso de la fobia social, de tranquilidad y seguridad que produce la retirada de un estímulo aversivo determinado. De acuerdo a este tipo de condicionamiento las dos formas en que una persona con fobia social se autorefuerza negativamente son el escape y le evitación. En el primer caso la persona está ya dentro o, en todo caso, muy próxima al estímulo aversivo (situación social), pero al no poder controlar los síntomas que implica hacer frente a dicho estímulo opta por retirarse lo más pronto posible. En el segundo caso no es necesario que la persona se retire, pues ni siquiera está próxima al estímulo aversivo. La persona hace todo lo que está a su alcance para no tener siquiera el mínimo contacto con dicho estímulo. Tanto el escape como la evitación impiden a la persona darse cuente y aprender que el estímulo al que teme no es en realidad peligroso como cree y que de hecho a pesar que experimente ciertos niveles de ansiedad puede controlarla y tener un desempeño eficaz. Por el contrario, cada vez que escapa o evita la situación aprenderá que retirándose o no teniendo ningún tipo de contacto con el estímulo temido son las únicas formas de sentirse a salvo y tranquilo, reforzando cada vez más su temor al contacto social.

Finalmente, otra teoría del aprendizaje que intenta explicar el origen de la fobia social es el aprendizaje vicario. Según Caballo (1996) este paradigma propone que a través de la observación una persona puede aprender ciertas respuestas de temor a diferentes estímulos como las situaciones sociales. Estudios como los de Bruch (1988) demuestran que en varios casos los padres de fóbicos sociales evitaban las mismas situaciones sociales que sus hijos, aunque claro, debido a un temor menos intenso. No obstante, esto demostraría que no es la observación lo que determinaría el aprendizaje de respuestas de temor, sino hay otros factores más implicados como los biológicos y los procesos de condicionamiento clásico y operante mencionados más arriba. 

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